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La basura...¿es o se hace?

  • Pamela Natan
  • 4 oct 2019
  • 6 Min. de lectura

Año electoral y nos aprontamos a verificar que nuestro domicilio coincida con el que figura en el DNI, de lo contrario no aparecemos en el padrón y nuestra posibilidad de ejercer democracia, de elegir quién nos va gobernar, se esfuma.

Parece que como simples mortales sólo se nos da ese poder una vez cada cuatro años. Que la boleta en la urna es suficiente para decidir hacia dónde y encabezados por quién vamos. El resto de los días, estamos condenados…porque el que no votamos ganó o porque el que fue motivo de nuestra elección nos traicionó. Será la próxima y que se vayan todos.

Perdida la oportunidad, en la tele la publicidad de Carrefour anuncia que hay un 2x1 de Coca-cola a partir de la quinta unidad, y ¿viste que cerró el almacén de Don Hilario? Disculpe señor, esos tomates no, son todos deformes y a mí me gustan redonditos y todos igualitos. Qué locura el hambre en el mundo. Pongale doble bolsita, por favor, y ¡qué horror cuánta basura por todos lados!

Creemos que nuestro propio voto una vez cada cuatro años tiene efecto pero no nos damos cuenta que el consumir/no-consumir es el referéndum diario que ejercemos cada vez que estamos frente a la góndola. Nos hemos olvidado la enorme responsabilidad que conlleva decidir qué, cómo y cuánto consumimos.

Entonces...¿Cómo empezar a ejercer ese poder de una forma más democrática? ¿Cómo complementar al sufragio universal con una actitud coherente sin volverse locos en el intento? Tal vez conociendo lo que hay detrás de cada producto o servicio que consumimos y lo que le espera a cada residuo que generamos, podemos comprender la cabal importancia que tiene ese acto.


Consumidores de productos…productores de basura


En Argentina, una persona produce cerca de 1 kg de basura diarios. Podría no parecer mucho, de no ser que somos millones, en un año de 365 días, viviendo un promedio de 76 años. De esa gran masa de objetos y sustancias que descartamos (papeles, orgánicos, textiles, pilas, electrodomésticos, y la lista sigue…) pocos son reciclables y, aun siéndolos, pueden no llegar nunca a ser efectivamente reciclados, finalizando en el mejor de los casos en rellenos sanitarios y, las más de las veces, en basurales, ríos y mares. Los motivos que dan origen a la problemática son múltiples:

  • puesta en el mercado de productos de elevada carga contaminante;

  • publicidad basada en el “compre y tire”;

  • desconocimiento de la población en lo que refiere a pautas de consumo responsable;

  • circuitos deficientes de recolección diferenciada;

  • inexistencia de tecnologías para el tratamiento de todas las fracciones;

  • baja rentabilidad de los mecanismos de valorización;

  • laxitud de los sistemas de regulación y control.

Uno de los aspectos más relevantes a la hora de abordar la problemática, es comprender que un residuo se define en tanto una decisión subjetiva del poseedor de deshacerse de él. Es decir que, lo que para alguien puede ser un residuo, para otro puede no serlo. A modo de ejemplo, vemos cómo Juan, tras terminar el contenido de su botella de gaseosa la descarta, mientras que Andrea la enjuaga y la rellena para seguir utilizándola. De igual forma, una berenjena que ha perdido su turgencia puede no resultar apetecible y, en consecuencia, ser descartada por Claudia, y ser una excelente oportunidad de hacer escabeche para Rodrigo.

Frutas y verduras consideradas un descarte por la verdulería

Así, se evidencia que la manera en que un individuo se vincula con sus residuos está atravesada por cuestiones culturales, usos y costumbres que es preciso reconocer. Ser conscientes que producir un desecho es una responsabilidad que nos compete, abre la posibilidad a emprender acciones en el ámbito doméstico para gestionarlos e iniciar una transformación con repercusiones colectivas.

Pero ¿cuáles son esas acciones diarias que nos permiten sumar nuestro grano de arena? Un buen truco nemotécnico para iniciar un proceso de mejora en la gestión de sus residuos hogareños son las 3 "R": Reducción, Reutilización y Reciclaje.

Es importante destacar que ese orden no es aleatorio, sino que responde a una jerarquía de acción que considera criterios ambientales y de uso de recursos.


  • Reducir o prevenir la generación está en la base ya que el mejor residuo es aquel que no se genera. Para ello, incorporar pautas de consumo responsable como ser optar por productos con menos embalaje, comprar a granel, acudir con recipientes y bolsas propias o sustituir objetos de un solo uso por aquellos reutilizables son alternativas que colaboran en disminuir la bolsita diaria. Llevar a reparar calzado, ropa, electrodomésticos y muebles no sólo evita su descarte sino que colabora con la economía local y pone en valor los oficios tradicionales como los del zapatero, la costurera, los service, el tapicero y el carpintero. En cuanto a los orgánicos, esta fracción corresponde a la mitad de la bolsita diaria que se descarta y muchas veces incluye alimentos que podrían haberse consumido. A modo de ejemplo, con tomates maduros pueden prepararse salsas, y con bananas ennegrecidas o manzanas “arenosas” pueden cocinarse deliciosas tartas o compotas. En otro nivel, podría pensarse en la incorporación de una compostera domiciliaria para transformar cáscaras, tallos, carozos y otros restos vegetales en compost, una sustancia inocua y benéfica para los suelos.


  • En una segunda instancia, vendría la Reutilización, vinculada con darle una nueva vida a los objetos sin someterlos a una modificación sustancial. Esta "R" adopta diversas formas, sea en el ámbito doméstico –pasando ropa entre familiares y amigos, transformando un pallet en un mueble-, o bien haciendo uso de mecanismos instaurados como ser el sistema de envases retornables de cerveza, gaseosa, agua y soda, y las colectas de muebles del Ejército de Salvación y otras instituciones de ayuda humanitaria.


  • En cuanto al Reciclaje, la tercera "R", los materiales son transformados para convertirse en nuevas materias primas. En este sentido, separar los residuos secos para que ingresen en un circuito de recolección diferenciada es fundamental. Éstos son trasladados a una planta de separación de donde saldrán tantos fardos como materiales se separen: fardos de papel blanco, fardos de papel de diario, fardos de botellas PET, etc. Esto es porque cada fracción seguirá una vía de transformación diferente. Los metales y los vidrios pueden reciclarse infinitamente y en un 100%; en el caso de los plásticos, sólo algunos de ellos son reciclables y aun así, el resultado es de una calidad menor y su uso está limitado a la fabricación de elementos marginales o que precisan de la incorporación de aditivos especiales para prolongar su vida útil. En lo concerniente a papeles y cartones, si bien pueden reciclarse, este potencial tiene un tope dado que las fibras obtenidas de su procesamiento son cada vez más cortas en los sucesivos ciclos.

Lo dicho, refuerza la necesidad de comprender la jerarquía de las 3 "R", ya que si bien el reciclaje es útil y necesario, conlleva un costo ambiental y social vinculado al transporte, separación, y procesamiento (triturado, fundición, remoldeo, etc.) que precisan petróleo, agua, energía y nuevos insumos. Es por ello que, una vez más, se evidencia que la gestión de residuos debe abordarse desde el momento previo a la generación. Cuando el objeto de consumo pasó a ser un objeto de descarte, lo que suceda después es sólo un paliativo para intentar hacer menos impactante su transformación o disposición final.

Como consumidores, somos los motores que accionamos el mecanismo de este sistema capitalista actual que tanta desigualdad, agotamiento de recursos y contaminación genera. Reconociéndonos en ese rol es que podremos convertirnos en protagonistas del cambio necesario en nuestra forma de vivir en sociedad, redireccionando cómo y hacia dónde vamos. Hoy y todos los días, en nuestras pequeñas acciones se encuentran las grandes revoluciones.


Otros tips para sumarse a la transición

  • Consumir frutas y verduras frescas, en lugar de congeladas, enlatadas o en bandejas plásticas o de telgopor.

  • Priorizar productos envasados en vidrio, lata o cartón en lugar de aquellos plásticos

  • Utilizar tuppers lavables y reutilizables en lugar de films plásticos.

  • Comprar en ferias barriales, a granel en dietéticas llevando tu propia bolsa

  • En tu trabajo, tener tu propio vaso o taza para evitar descartar vasos de un solo uso (de plástico, telgopor o de cartón plastificado)

  • Utilizar servilletas, manteles, repasadores y pañuelos de tela, lavables y reutilizables.

  • Emplear limpiadores universales como bicarbonato de sodio, jabón blanco, cenizas, vinagre, jugo de limón y aceites esenciales, aplicados con trapos lavables en lugar de la enorme oferta de sustancias envasadas de limpieza, muchas ellas ofrecidas en formato de paños descartables que resultan en un tacho de basura repleto y un impacto considerable en nuestro bolsillo.

  • Consumir productos de higiene más eco-amigables, como ser esponjas vegetales, jabones y shampúes sólidos. Así, evitamos los envases plásticos asociados y al ocupar menos espacio se reduce el impacto ambiental ligado a su transporte desde los centros de producción a los de consumo. Generalmente, estas alternativas son producidas por microemprendimientos locales, lo cual fomenta la economía a proximidad.

 
 
 

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