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La gestión de residuos o el arte de hacer desaparecer nuestra inmundicia

  • Pamela Natan
  • 7 may 2018
  • 6 Min. de lectura

Y la basura hizo ¡plaf! y desapareció


Con esto de la modificación de la Ley de Basura Cero que habilita la incineración como medio de tratamiento, son varios los que salen a proclamar la necesidad de seguir el “modelo europeo” y se hace eco la frase de que “en Europa no generan basura porque todo se recicla”. Efectivamente pareciera ser que, en materia de residuos, TODO está solucionado en el viejo continente: sistemas eficaces de recolección, y tratamientos de valorización que convierten los desperdicios en materia y energía para nuevos procesos, en un círculo virtuoso “perfecto”. Las instrucciones son claras: “usted consuma, y siga tirando, sólo fíjese de respetar el tacho negro y el tacho verde, y no se olvide de seguir consumiendo”. Cada cosa en su lugar y así, con la conciencia aliviada podemos sumergirnos en nuestra zona de confort. Pero sucede que el verde también destiñe al primer lavado: detrás de esa aparente “ausencia de basura” se esconden toneladas que en mucho sobrepasan a los países del sur, y se erige un magno negocio que cuenta con los medios técnicos y económicos para invisibilizar este mal tan propio de nuestra sociedad de consumo.


Lastimosamente, la basura, no es de las que brillan por su ausencia.


Por ello, en el siguiente post pretendo introducir al curioso a los conceptos clave de la gestión de residuos en general y ofrecer algunas pistas para sumar al debate de cómo ésta se implementa en Francia y en Argentina en particular.


En esta instancia deseo aclarar que de ningún modo busco proclamar la supremacía de unos sobre otros, sólo echar luz sobre algunos “ideales” que creamos cuando nos encandilamos con el “modelo europeo”. Tenemos mucho camino por recorrer y estoy convencida de que es a través de la mutualización de saberes, prácticas, tecnologías y sobretodo del compromiso social y ambiental que podremos hacer frente a problemáticas que no reconocen fronteras.


Pasemos pues, a definir algunos conceptos.


¿Qué es un residuo?


La directiva europea 2008/98/CE lo define como “cualquier sustancia u objeto del cual su poseedor se desprenda o tenga la intención o la obligación de desprenderse”. En Argentina, la Ley Nacional de Gestión de Residuos Domiciliarios Nº 25.916, los define como “aquellos elementos, objetos o sustancias que, como consecuencia de los procesos de consumo y desarrollo de actividades humanas, son desechados y/o abandonados”.

Es decir, que un residuo está directamente relacionado a un consumo y a una voluntad subjetiva de “dejar de poseerlo”. Así, cualquier cosa -desde un cuaderno impecable, una manzana entera y sabrosa, una birome en perfecto estado hasta un envoltorio, un carozo o una botella rota- se transforman en residuos en el momento en que su poseedor los considera sin utilidad y los descarta.


¿Qué es la gestión de residuos?


La gestión de residuos refiere a las acciones de manejo de los mismos que, según la normativa nacional, tienen como objeto “proteger el ambiente y la calidad de vida de la población”. Abarca desde la generación hasta la disposición final en el lenguaje reglamentario argentino y desde la recogida hasta su tratamiento en lo que refiere a los vocablos comúnmente utilizados en el viejo continente. Ambos incluyen la noción de “tratamiento” que puede adoptar diversos matices según las tecnologías y técnicas localmente disponibles y aplicadas…


La jerarquía de gestión de residuos y cómo ésta se aborda según el contexto francés frente al argentino


La directiva europea plantea una jerarquía de tratamiento de residuos basada en cinco niveles de acción que se resumen en el siguiente esquema (pulsar la imagen para ampliar). Nótese que “reducción” y “reempleo” categorizan dentro de “prevención”, instancia en que aún el residuo no existe como tal. El establecimiento de tal orden de prioridad a nivel político y legislativo va en consonancia con el impacto ambiental que cada una de ellas conlleva.


Como podrán notar, la jerarquía es fundamental. Ciertamente los residuos en Francia una vez generados son eficazmente recogidos y transportados a sus diferentes circuitos de tratamiento, alimentando la industria principalmente del reciclaje (3er puesto de la jerarquía), la valorización energética (4to puesto) y la eliminación (5to puesto). No es de sorprender que sean estas tres ramas las más desarrolladas: son las que mejor responden a los intereses del capital bajo la pauta de “sigan consumiendo mucho, paguen sus impuestos y nosotros nos encargamos de sus desperdicios”. Las empresas productoras/recicladoras obtienen ingresos por la puesta en el mercado de sus productos (muchos de ellos son simplemente envoltorios que ninguna utilidad tienen para el consumidor y que van a desechar inmediatamente luego de adquiridos) y obtienen ingresos por ofrecer el servicio de tratamiento de ese gran volumen de residuos generados que les representa, al mismo tiempo, la materia prima para un nuevo proceso. La incineración (vendida como “valorización energética”) y el enterramiento (vendido como “relleno sanitario”) se paga por tonelada y permite generar dividendos a los grandes grupos multinacionales como Suez y Veolia que poseen la solvencia necesaria para montar tales instalaciones, al tiempo que alivia las conciencias de la población al hacer desaparecer las inmundicias que nadie quiere ver.


En términos de prevención, reutilización y compostaje, numerosas estructuras surgen para accionar a estos niveles, en particular asociaciones y empresas de la economía social y solidaria (ESS - pronto un post sobre este maravilloso mundo empresarial). La sensibilización y promoción del consumo responsable forman parte de las agendas locales, y la reglamentación también avanza en este sentido (limitada, claro, por el lobby de los grandes grupos). Pero en el mundo industrializado europeo también surgen problemáticas que los argentinos, encandilados por el esplendor, perdemos de vista: estimaciones de la FAO señalan que con todo el alimento en buen estado que Europa tira por año se podría resolver el problema del hambre en el mundo. Y en ese sentido, puedo dar cuenta de lo mucho que me sorprende al día de hoy constatar la enorme cantidad de comida que la gente tira en hogares, restaurantes y comedores de establecimientos públicos y privados.


Por su parte, pareciera que, en Argentina, estaríamos más “avanzados” (léase con un poco de gracia) en términos del respeto de la jerarquía ya que la reducción del poder adquisitivo funciona a nivel de prevención (1er puesto de la jerarquía) y las pautas culturales de reutilización (2do puesto) forman aún parte de nuestros usos y costumbres. No obstante, tenemos un largo camino a recorrer en lo que refiere a la formalización de los circuitos de recolección, y en la aplicación de los últimos tres niveles de tratamiento. No debe perderse de vista que implementar tecnologías para la eliminación (5to puesto) debe ser considerada una solución CO-YUN-TU-RAL: hoy en la Argentina la cantidad de rellenos sanitarios es escasa y los basurales a cielo abierto son la norma en la mayoría de las localidades. En un sistema de economía circular ideal, aplicando la reducción/reutilización/reciclaje (3R) en su totalidad y la valorización energética (4to puesto) de forma parcial (por ejemplo, utilización de leñosas como combustible para calefacción) no habría basura para ser enterrada o incinerada.


Invertir en el desarrollo de sólo las últimas dos instancias de tratamiento (incineración y enterramiento), como pareciera ser la voluntad política reinante sólo nos somete a transitar un camino conocido e ineficiente que de ninguna forma resuelve el problema de base. Para retomar la frase y para incorporar los exabruptos propios de mi lenguaje: “si bien en Argentina generamos menos residuos que en Francia, los que SÍ generamos los gestionamos como el orto”. Para hacer la analogía, es como seguir comiendo comida chatarra y tomarse un analgésico para no sentir el dolor de panza. La modificación de la Ley de Basura Cero para incorporar la incineración como medio de tratamiento representa, a mi entender, el camino erróneo si de soluciones se trata. Seguir haciendo "copy/paste" de las tecnologías europeas en países con una historia y un contexto tan diferente es, a esta altura, algo que me cuesta concebir.


¿Propuestas? En países fuertemente industrializados, los orgánicos representan 1/3 de la basura porque al producir más plásticos, papeles y cartones la fracción orgánica se reduce en términos relativos. En Argentina, en cambio, los orgánicos constituyen casi la mitad de la bolsa diaria; un abordaje centrado en el tratamiento de estos residuos podría representar un objetivo de reducción del 50%. Si las acciones se centran en el tratamiento a proximidad como en plataformas urbanas de compostaje, centros barriales y en el hogar, creamos circuitos cortos de recuperación -reducción de transportes, creación de empleo local- y hacemos partícipe al ciudadano de la gestión de su residuo (“responsabilización”). Asimismo, podríamos esperar un efecto multiplicador: el usuario toma conciencia de que sus residuos son heterogéneos, que algunos son compostables y otros no, y que aquellos que no lo son precisan de procesos complejos y energívoros de recuperación… incitando a la reducción es éstos en origen. Educar desde la acción ejemplificadora conduce a un despertar de la conciencia colectiva, necesaria para desarrollar un compromiso ciudadano. Ambos, elementos fundamentales para redefinir la gobernanza que amerita la gestión de nuestra basura que, como cita la ley, debe velar por la protección “del ambiente y la calidad de vida de la población”.

 
 
 

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